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Hasta chocarse contra una pila de maderos. Aquel hombre de metro 80, caminaba con desdén, absorto en sus pensamiento, embobado.  Llegó a casa con un buen chichón en la cabeza. Se puso hielo para amortiguar el golpe. Aunque no dejó de pensar en aquella chica, de pelo laceo castaño, piel morena, ojos de color azabache, como los de un cervatillo distraído, quien le hizo quedarse en estado de shock. La mañana siguiente, buscó a su amor en la lluvia. Continuó buscándola en el lugar donde se vio con ella por primera vez.